Solo por lo hecho en la final contra PSG, se puede decir que Chelsea es un gran campeón del mundo. Tal vez no fue el más regular ni el que mejor jugó durante toda la competencia, pero en este tipo de torneos las finales tienen un valor superior. Y haber superado de esta manera al candidato de todos lo convierte en un justo ganador del primer Mundial de Clubes con este formato.
Por noventa minutos, Chelsea se vistió de PSG. Con las virtudes y el brillo que llevaron al equipo francés a ser considerado el candidato natural. Casi el campeón cantado en las horas previas a la definición. Es indiscutible la imprevisibilidad del fútbol y si había un partido que no estaba en la imaginación de nadie, es el que se vio en el estadio MetLife.
El conjunto de Enzo Maresca esperó hasta el último día para desplegar su mejor funcionamiento, tanto colectivo como individual. Porque demostró un esfuerzo conjunto impresionante al mismo tiempo que Cole Palmer dio una exhibición de talento y jerarquía. En todas las facetas los azules fueron superiores a los campeones de Europa.
Creció a lo largo del torneo el campeón. Comenzó con dudas, que se acentuaron en la derrota frente a Flamengo en la fase de grupos. El quiebre siempre necesario fue en el duelo de octavos de final contra Benfica. En el suplementario. Después del empate agónico de Ángel Di María, Chelsea reaccionó y goleó 4-1 para avanzar a cuartos. Ese día comprendió que estaba en condiciones de levantar el trofeo.
Además, tuvo la suerte obligatoria. Primero para evitar la zona del cuadro más compleja, con Bayern Munich, PSG y Real Madrid. Y después, en el duelo de cuartos de final ante Palmeiras se aprovechó de errores del rival para sacar adelante una victoria trabajada. El triunfo en semis contra Fluminense sirvió para retomar las buenas sensaciones y llegar convencido a la final.
De todos modos, si por alguna razón merece un elogio como este, es por lo hecho en el partido contra PSG. Desde el minuto 1 hasta el minuto 90. Siempre fue mejor. Por actitud, por carácter, por prepotencia futbolística y física. Lo ganó en todos los aspectos y en todos los sectores del campo de juego. Salió a jugar como un grande, sin nada que envidiarle al super elogiado PSG de Luis Enrique, que estuvo desconocido por virtudes ajenas más que por falencias propias.
Enzo Fernández volvió a desplegar su calidad en un partido definitorio. Se hizo líder del campeón durante esta temporada y hoy entró en la historia grande al ser el primer futbolista en ser campeón del mundo de selecciones y de clubes al mismo tiempo. No es un logro fortuito, es el premio a un competidor extraordinario. Su trabajo en el primer tiempo fue excelente.
Enzo Maresca también dio un paso adelante en su evolución como entrenador. Dejó como un principiante a Luis Enrique en la final. El español se quedó sin plan B ante el planteo del italiano. Reece James en el medio, Cole Palmer más suelto. Moisés Caicedo cerca de Vitinha. Presión, presión, presión. Intensidad y ritmo siempre. Dejó sin respuestas al equipo que siempre tenía una respuesta.
Chelsea campeón del mundo también tiene una lógica que lo excede. Desde hace años la Premier League es la liga más competitiva del planeta y por eso también es justo este título para un representante de Inglaterra. La prepotencia futbolística del club londinense en la final es fruto de años de evolución del torneo más antiguo del mundo. Tal vez también esto sea una reivindicación del fútbol tradicional. En cualquier caso, durante los próximos cuatro años el planeta tendrá un campeón que se hizo merecedor de tal honor el día en el que debía hacerlo.
Fuente: ESPN