Por la fragilidad de Milei, la legislativa excede la composición del Congreso y tiene el dramatismo de una presidencial. Crónica de una invasión en medio de la campaña. La oposición vota convencida y el oficialismo compite contra la deserción, el ausentismo y las terceras opciones. Antiperonismo y voto vergüenza, las dos apuestas de Milei.
En los últimos 10 días, dos magnates que animan la Asociación Empresaria Argentina llamaron por teléfono a un dirigente de identidad peronista y peso territorial para pedirle información sobre el clima en los barrios del conurbano bonaerense. Cuando llegan las elecciones, los que votan todos los días descienden al mundo de la incertidumbre que habitan las mayorías. Como nunca, las elites están pendientes de lo que se decide abajo y nadie está seguro de lo que puede pasar.
Con Javier Milei en la presidencia, la elección de medio término rompe con la norma de 40 años de democracia. El gobierno de La Libertad Avanza, que venía a refundar la Argentina, ahora se conforma con salvar la ropa. Lo mismo trafican los fondos de inversión que se desayunaron el 7S con un gobierno de extrema fragilidad. Lo que hace poco era una catástrofe ahora se vende como realismo. Lo dice el informe que difundió el viernes último el grupo financiero Adcap: “Tuvimos cinco días intensos de reuniones en Nueva York, visitando clientes que, para nuestra grata sorpresa, no estaban enfocados en las elecciones, sino en lo que consideramos más importante: lo que ocurrirá al día siguiente”, dice la firma que conduce Javier Timerman. El análisis remarca que el mercado ajustó drásticamente sus expectativas tras las elecciones en la provincia de Buenos Aires y ahora el pánico sólo se activaría si Milei cae en todo el país por debajo del 31% de los votos. Toda una confesión sobre la vitalidad de una fuerza que hace dos años arrasó en el balotaje con el 56% y el apoyo de 14 millones de personas.
La primera evaluación, imprescindible, será contar cuánta gente vota a favor y cuánta en contra. En 2017, meses antes de que su modelo entrara en colapso, Mauricio Macri obtuvo casi el 42% y derrotó al peronismo en San Luis, Córdoba, Buenos Aires y Santa Cruz. El propio Milei anuncia que llega mucho peor. La segunda evaluación será ver qué porcentaje obtiene la extrema derecha y compararlo con la suma de los votos del peronismo realmente opositor, en todas sus variantes.
Por varias razones, se trata de una elección única. En un contexto otra vez recesivo, se juzga la vigencia del outsider que se apropió en tiempo récord de 20 años de historia de la derecha que se proclamaba moderna y republicana. Milei se consumió todos los dólares y salvatajes de los que dispuso para llegar a octubre con estabilidad y baja de la inflación, algo otra vez en duda.
Casi sin resultados concretos para ofrecer a las mayorías desesperadas que confiaron en él tras el final traumático del Frente de Todos, el Presidente pone a prueba la lealtad de sus votantes y su capacidad para trasladar votos a sus candidatos. El ex panelista hoy aparece sostenido por los hilos de Donald Trump, el mismo presidente que declara herida de muerte a la Argentina de Milei.
El oficialismo llega a la elección en un escenario donde Nada Marcha Acorde al Plan. La segunda recesión libertaria en dos años de mandato combina caída del consumo, cierre de empresas, destrucción de empleo, multinacionales que se van y pérdidas que se registran incluso en sectores de alta rentabilidad. Tal como reveló El Destape, los últimos datos del Banco Central muestran que hasta el sector financiero se sumó en agosto a la lista de los sectores que empiezan a perder plata. Mucho peor es la situación de las mayorías. Por eso, la decisión que tomen a esta hora las 36 millones de personas habilitadas para votar define mucho más que las leyes que Milei sueña con aprobar a partir de diciembre y tiene efectos de cortísimo plazo.
El planeta Milei tiene dimensiones inciertas. Mientras la sociedad opositora rechaza el rumbo del gobierno con todas sus fuerzas y expresa su deseo de ir a votar contra el presidente que ajusta con goce, el votante de Milei 2023 está acosado por dudas y carencias.
Las elecciones anticipadas mostraron que el ausentismo se nutre como nunca de ex mileistas. Como lo advirtió en su apogeo el innombrable Lule Menem, cada persona que se queda en su casa es un golpe directo a la utopía libertaria. Además, las terceras opciones que brotan del centro a la derecha complican al oficialismo. En primer lugar, Provincias Unidas, el armado que surgió del pacto que Juan Schiaretti y Maximiliano Pullaro cerraron hace tres meses en las oficinas del consultor Guillermo Seita. A su alrededor, giran cinco gobernadores con recursos estratégicos y apoyo empresario. Por el derrape de Milei, Provincias Unidas tensa la cuerda con Santiago Caputo y cotiza en la preventa del Círculo Rojo camino a 2027, pero tiene que demostrar ahora que es algo más que un rebranding de la avenida del medio. Además, Ricardo Lopez Murphy y Maria Eugenia Talerico también quieren salvar a la derecha dura de la extinción. En la oposición, van a pesar los votos que obtenga el Frente de Izquierda y las opciones progresistas como el nuevo Movimiento Ciudadano.
Milei tiene dos grandes apuestas para eludir una nueva paliza electoral. La primera es el irreductible y viejo antiperonismo que podría renacer este domingo a pesar de Milei. Es la fuerza de la reacción que benefició a Macri en las generales de 2019 y al presidente en el balotaje 2023. Millones de personas que no fueron a votar hasta ahora podrían salir de sus casas en rechazo al peronismo que resurge con chances de volver al poder central.
La segunda apuesta, menos contemplada, tiene que ver con lo que en la zona núcleo identifican por lo bajo. “Presiento que las encuestas no miden todo el voto a LLA. Como pasaba con el menemismo, hoy no está bien visto votar al gobierno”, dice un dirigente que ve bien al peronismo en su provincia, pero prefiere la cautela. De ser así, el voto vergüenza jugaría en favor del groupie de Trump.
La vulnerabilidad de un esquema inviable en todos los frentes convirtió las elecciones en mucho más que un reparto de bancas. Hasta que Scott Bessent apareció con su hilo de X, dentro y fuera de la Argentina los actores de peso veían al gobierno liquidado. Su sobrevida actual es un milagro de la geopolítica que Milei debería agradecer. Si el resultado de los comicios es parejo como afirma la extrema derecha, el presidente tendrá algo de aire para reemplazar un esquema que ya está muerto. Pero si la tendencia del 7S se confirma, el escenario de inestabilidad puede devorarselo todo. Milei está en manos ajenas: el centro de poder se trasladó fuera de las fronteras nacionales.
En una de las reuniones que el lobbista republicano Barry Bennet mantuvo con los dirigentes de la oposición en sus oficinas de Puerto Madero, Caputo junior fue explícito. “Estoy dispuesto a dar un paso al frente”, dijo. Es lo que Bennett, su socio y contratado, reclama en nombre del trumpismo. Un operativo clamor que nace del mismo Caputo y resuena desde el norte. El sobrino de Toto se encargó en los últimos días de difundir que en Washington se reunió con el embajador Peter Lamelas y el especulador Robert Citrone.
Aunque los incondicionales de Milei busquen naturalizar su deriva, no hay antecedentes de un gobierno argentino que haya decidido resignar todo juego diplomático para encomendarse a una potencia de poder menguante. El experto en relaciones internacionales Juan Tokatlian remarca que, pese a sus coincidencias con Milei, ni Carlos Menem ni Mauricio Macri hicieron algo semejante. Menem selló una alianza fuerte con Brasil y Macri no interrumpió las relaciones con China. Termine bien o mal, la aventura de Milei y sus promotores va a quedar en los libros de historia.
La salida del canciller empresario Gerardo Werthein ilustra sobre la falta de autoridad presidencial, el desgobierno de la extrema derecha y la guerra de egos, pero no exhibe diferencias estratégicas. Werthein pasó un año en el Palacio San Martín sin tomar contacto con las autoridades de China, la potencia emergente que gana posiciones día a día. Caputo, que viajó en su avión a Washington en noviembre de 2023 cuando todavía Milei no había asumido, reemplazó al papá de Gregorio por un empresario con más aviones, Leonardo Scaturicce, el nuevo dueño de FlyBondi.
El ascenso del ex JP Morgan Pablo Quirno en Cancillería es ilustrativo. Mientras no sobran voluntarios para sumarse a la aventura libertaria, el núcleo duro caputista no quiere ceder posiciones. Proclamado como el más racional y dialoguista de un gobierno que trata de ratas a todos los que no lo integran, Caputo no admite lo obvio: el modelo de su tío es el obstáculo más grande para avanzar con el operativo gobernabilidad. Si la timba no cede, cualquier consenso va a ser precario.
El destino quiso que la cumbre global de JP Morgan en Buenos Aires completara el cuadro de un salvataje con rasgos de invasión. El desembarco del banquero más poderoso del mundo sugeria que el emperador era Jamie Dimon. Doce aviones privados, una custodia que asusta y una gala en el Colon con 180 invitados consagraron un montaje propio de una fuerza supranacional. Dimon vino con dos empleados distinguidos que traen malos recuerdos para los argentinos, Tony Blair y Condolezza Rice. Reivindicado por Margaret Thatcher, Blair fue en 2001 el primer presidente en visitar la Argentina después de la guerra de Malvinas. Rice, que evitó siempre la región durante los años del kirchnerismo, hoy es directora de la Hoover Institution, el think tank que funciona dentro de Stanford como nexo del poder republicano con Silicon Valley.
JP Morgan es candidato a participar de lo que el gobierno promociona como canje por educación, un mecanismo que tiene su antecedente inmediato en Ecuador con las islas Galápagos. Aunque se habla de préstamos por 20 mil millones de dólares adicionales, los canjes de deuda son por montos limitados y no pueden suplir lo que Argentina necesita para hacer frente a la avalancha de vencimientos que tiene por delante. En algo sí son redituables: tienen comisiones estratosféricas para los que participan del negocio. Los estudios sobre el tema muestran que hasta el 40% del ahorro que se logra se lo llevan las comisiones.
Desde Wall Street, afirman que el Development Finance Corporation, que depende del Tesoro de Estados Unidos, podría poner el seguro de riesgo y los organismos multilaterales, la garantía para la operación. En ese esquema, JP Morgan actuaría como agente fiduciario.
Con 20 años como CEO del banco, Dimon encarna un poder que se para por encima del establishment político norteamericano. Considerado en su país un liberal centrista, Dimon recaudó fondos para infinidad de campañas demócratas y hasta llamó a financiar a los rivales de Trump en las primarias republicanas. Pero, cuando vio que el regreso de Trump era inevitable, hizo un giro repentino. Comparado con Rockefeller y considerado más hábil que Larry Fink, Dimon fue mencionado incluso como secretario del Tesoro de Trump. No hizo falta: Bessent apareció para evitarle una exposición excesiva.
Dimon, que define el escenario global como un multiplayer game, ejerció una fuerte presión sobre Trump para que desande la guerra de aranceles con China y logró que Bessent opere en ese sentido. Ahora, aterrizó en Buenos Aires recién recuperado de una laringitis para reunirse con Milei. Verborrágico y acostumbrado a hablar a toda velocidad en medios y foros empresariales, más de una vez admitió en público que su trabajo es llevarse bien con cualquier presidente.
JP Morgan es bastante más que el empleador del grupo de traders que hoy copa los casilleros más importantes del gobierno argentino. En 1903, incidió fuerte para que Theodore Roosevelt obligara a Colombia a ceder lo que entonces era la provincia de Panamá. Un actor clave fue William Cromwell, abogado republicano que actuó como asesor legal de JP Morgan. El banco que hoy tiene a Dimon como cabeza visible tuvo un rol preponderante en la decisión de convertir a Panamá no solo en un corredor bioceánico sino también en un centro financiero.
Ciento veinte años después, Trump busca tomar el control del Atlántico Sur para gobernar el corredor bioceánico más importante del continente. Sin respeto por la soberanía nacional ni reparo en esta larga historia, Milei es el candidato local de esa ofensiva. Él no tiene nada que perder, pero la Argentina sí.
Fuente: El Destape







